En la acción educativa la didáctica tiene que ver con lo que hacemos, con lo que compartimos con los demás y con lo que tenemos como personas, por lo que aquí se aborda su importancia epistemológica en el ámbito de la educación aunada a una permanente reflexión que nos permita conocernos mejor en nuestro quehacer docente: lo que hacemos, lo que hacemos bien y lo que no hacemos bien y ayudar a responder a los "cómos" en el campo del conocimiento.
La didáctica tiene como objeto de estudio la enseñanza aprendizaje y gracias a ella podemos demostrar, planear, llevar a cabo y evaluar dichos procesos en el aula. Nos ofrece elementos teórico-metodológicos para integrar de manera congruente y acorde con las necesidades y características de nuestros educandos.
Villalobos (2002), nos dice que la didáctica es un proceso continuo de dar y recibir, "es el espacio educativo donde el estudiante es responsable de su esfuerzo y de su compromiso, primero consigo mismo y luego con los otros, así como es responsable de luchar contra la ignorancia, el egoísmo y la incompetencia. El docente, por su parte, es responsable y participante de las estrategias de aprendizaje que ofrece a sus estudiantes en el ámbito de la relación didáctica que se desarrolla".[1]
Elaborar un programa didáctico tiene una función importante en la práctica docente ya que es un instrumento que guía el proceso educativo en sus fases de planeación, ejecución y evaluación. De él depende llevar a buen término el proceso enseñanza-aprendizaje y alcanzar los objetivos planteados, evitando la improvisación y la pérdida de tiempo. Así mismo, nos permite prever y aprovechar al máximo los recursos, tomando en cuenta todos los elementos que intervienen en el proceso.
Dichos elementos o momentos didácticos que nos señala Villalobos (2002) y que se sustentan la propia instrumentación didáctica son el diagnóstico, la planeación, la realización y la evaluación, más los siete elementos que a continuación se describen brevemente.